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lunes, 22 de febrero de 2010

Sobrevivò a la segunda guerra y entrena a la selecciòn Argentina de gimnasia artìstica


Su padre falleció arriba de un buque de guerra soviético durante la Segunda Guerra Mundial, y su madre murió de hambre luego de que los nazis sitiaran por 900 días a San Petersburgo y dejaran a la ciudad sin provisiones. Vladimir Makarian, entrenador de la selección nacional de gimnasia artística masculina, quedó huérfano y vagó por las heladas calles de la segunda metrópolis más grande de Rusia.

"Allí hice como 20 hermanos", relata, con los ojos brillosos. Un tatuaje que se hizo en su brazo izquierdo cuando tenía nueve años es el vivo recuerdo de aquellos tiempos,"Nada importante, cosas patriotas". Después, una señora lo adoptó y fue su madre de la vida, "aunque no tuviésemos la misma sangre", cuenta.


Gimnasia artística, otro deporte que lucha contra la adversidad


Unos años después de la caída del muro, llegó la propuesta que cambiaría el rumbo de su vida. El jefe del equipo de entrenadores de la selección rusa de gimnasia artística, le comentó que en la Argentina buscaban un entrenador y Vladimir, que hacía 22 años formaba parte del equipo técnico de la ex Unión Soviética, exclamó: "Pero no hay gimnasia en la Argentina, hay fútbol". Lo pensó, le prometieron un buen sueldo en épocas de la convertibilidad y dos viajes a Europa por año. Este sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial hizo las valijas, dejó su San Petersburgo natal y en 1993 llegó al país. El contrato se cumplió en los primeros cinco años, pero después ya no, y desde 1998 no vuelve a San Petersburgo. "Es muy caro", dice.

Ahora su familia está en el Cenard. Atrás dejó a su ex esposa y a su hijo, que ahora tiene 41 años. "Acá, los chicos [sus entrenados] me cuidan como si fuera un bebé", relata Vladimir, como hace un tiempo cuando tuvieron que practicarle un by pass en su corazón.

-¿Y piensa en volver a Rusia?

-No pienso en volver, no pienso en qué pasará mañana, es muy difícil volver ahora, tengo 71 años. Yo no me siento como extranjero, no extraño.

Hasta que canchallena.com le recuerda el calor agobiante del gimnasio del Cenard, que no cuenta con equipos de ventilación adecuados, y entonces Vladimir hace una mueca de fastidio y allí sí añora el clima frío de San Petersburgo: "Acá no puedes hacer nada, es como un sauna", desliza.

-¿No es contraproducente este calor para los gimnastas?

-El calor no es contraproducente para el gimnasta aunque lo normal sería entrenar en un ambiente con temperatura entre 17 y 20 grados, acá parece que hace como 50.

-¿Qué cree que habría que mejorar en las condiciones para entrenar?

-Se necesita mucho trabajo, y más viajes. Y para nosotros eso es muy difícil, porque cada chico se paga el viaje, y después [la Secretaría] te devuelve el dinero. Eso es un problema. Viajamos en octubre, pasaron cuatro meses y hasta ahora no cobraron el dinero. Y en el tablero del polideportivo en un estadio muy grande estaba el nombre de [Federico] Molinari [terminó 12°]".

-¿Cree que Molinari puede llegar a Londres 2012?

-Puede porque tiene todo. Tiene dificultad muy alta, tiene nivel. Lógicamente puede clasificar.

Mientras responde la última pregunta, Vladimir atiende a los movimientos de sus dirigidos. El entrenador ruso que cambió la gélida San Petersburgo por la húmeda Buenos Aires habrá terminado el primer turno de prácticas unos minutos después, cruzará al departamento donde habita en la avenida Del Libertador, y tras un pequeño descanso, volverá a su verdadero hogar, en el Cenard, con esa otra familia que supo acuñar en la Argentina.

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